En octubre instalamos andamios y se empiezan a colocar aplacados (primero en patios). Tenemos un imprevisto con el contratista con los precios de colocación y el primer patio se pacta medir el esfuerzo de aplacar.
Tras realizar los patios interiores el contratista decide no continuar la obra si no aceptamos unos precios de colocación revisados al alza.
El aparejador sugiere no aceptar la revisión de condiciones y dar este trabajo a un equipo que había hecho una oferta competitiva anteriormente.
Aunque estaba bastante satisfecho con la profesionalidad del contratista actual, decido hacer caso al aparejador y optar por un nuevo equipo. Esta decisión fue un error pero todavía no soy consciente.
Literalmente, me engañaron. Les enseñé la obra una semana para confirmar que se iban a ceñir a su precio de colocación €/m2 y me lo confirmaron. A continuación finiquité al constructor saliente para continuar la obra con el nuevo. Me dolió porque considero que era un buen equipo pero que no fueron coherentes con el precio ofertado.
Pues bien, el nuevo equipo, cuya oferta de colocación €/m2 era competitiva entra a colocar piedra y a los 2 días ya nos está diciendo que no le salen los números. La seriedad de la cuadrilla, limpieza y orden en la obra empeora claramente. Soy consciente de que este equipo es peor que el anterior.
Para acabarlo de liar, con el andamio colocado (y pagando alquiler), el contratista se ausenta 10 días de la obra para atender a otro cliente por una urgencia.
La continua presión por los precios se hace insoportable, me siento engañado pero el contratista saliente ya está en otra obra y no va a volver. Me encuentro atrapado sin plan B y acepto continuar la obra asumiendo pagar un precio/hora, lo cual obliga a llevar un marcaje en corto de los avances diarios.
Esto es algo que debería estar haciendo mi aparejador (que para algo contraté como project manager siguiendo su consejo), pero que sencillamente hace “a medias” y soy yo el que cada día por la noche, después de mi trabajo me acerco a cuantificar los avances.
Sobre el error de confiar en un supuesto “project manager” hablaré en otro momento.
A partir de la última semana de noviembre y durante diciembre se trabaja en la fachada trasera (NW) y lateral (NE) y desgraciadamente la situación con el contratista se sigue deteriorando.
El equipo es claramente lento, a veces toman decisiones sin consultar, como por ejemplo recrecer la jácena en la coronación de la fachada para planearla de una manera absolutamente exagerada.
La lentitud y dejadez llega al momento culminante en varios días en que llueve y con absoluta desfachatez pasan albaranes como si hubieran trabajado un día completo… ¡no habiendo avanzado apenas nada!
A estas alturas soy plenamente consciente de que la decisión correcta habría sido mantener al contratista anterior, aun asumiendo un incremento de precios.
El aparejador me anima a seguir con ellos, dado que colocan la piedra con profesionalidad (este punto lo pondré en duda posteriormente una vez descubiertos los andamios).
Acepto los consejos del aparejador, básicamente por no parar la obra y por no tener un plan alternativo. El único objetivo ahora es que terminen las fachadas y abandone la obra sin dilatar tiempos y marcando en corto para que los costes no se nos disparen.
A mediados de diciembre se termina de aplacar la piedra de la fachada. Días después se retira el andamio.
La fachada NE no ha quedado bien. La piedra no tiene una tonalidad uniforme y al colocarla no se han preocupado de mezclar losetas. Un equipo profesional tendría que haberse dado cuenta de esto y haber avisado.
Cada vez que miro esta fachada me convenzo más de que tendremos que rehacerla, al menos en parte.
A finales de diciembre queda cubrir el patio interior pero hay que recolocar dinteles y macizados, que se han desplomado de su posición apenas un centímetro (por no estar bien apretados). Hay que echar abajo todo el macizado y volverlo a hacer.
En enero queda el patio casi terminado a la espera de colocar las bases de las barandillas de cristal.
El penúltimo disgusto de esta etapa me lo llevo con el proveedor de andamios y con mi aparejador, con quien la situación también se está deteriorando. Éste último está dando luz verde a trabajos con proveedores sin validar ni consultar conmigo los presupuestos.
Concretamente, con la colocación de andamio en el hueco del patio del porche (un hueco de unos 4m x 3m) me giran una factura aberrantemente alta comparativamente con lo que ha sido la fachada. Todo ello sin haber sido yo informado previamente.
En la discusión sobre este tema, el proveedor de andamios nunca tuvo un presupuesto aceptado por mí, aunque sí una aceptación verbal del aparejador, quien dudo que se mirase el presupuesto que le envió el proveedor por email.
Dudo esto porque no es uno, no dos, ni tres, sino decenas… los emails míos que mi aparejador deja sin atender sistemáticamente y que es algo que también ha llevado mi paciencia a situaciones límite durante la obra.
Como la fachada ya está terminada, consulto con el constructor anterior sobre la posibilidad de volver y continuar los trabajos de la obra. Pero tienen otros trabajos y no la van a poder continuar.
Así que nos encontramos a mitad de enero con la obra otra vez frenada, sin un proveedor con el que seguir y con un aparejador/project manager que brilla por su ausencia.
Me encuentro sólo y cansado. Y la cosa aún va a ir a peor…